La culpa de todo la tiene la banda de hard rock británica Deep Purple.

“Child in time”, que es la segunda canción del disco “Made in Japan”de esta banda británica,  me ha volado la cabeza desde la primera vez que la escuché hace ya varios años en aquel apartamento de Kensington mientras me fumaba un porro de marihuana en la habitación de Kevin, quien era mi novio por aquel entonces.

Nunca supe exactamente por qué esa canción hizo click en mi cabeza, pudo ser que ese día el porro estuviera más cargado y me afectara más de la cuenta o que en esa ocasión estuviera especialmente sensible, pero lo cierto es que durante los doce minutos y catorce segundos que dura este segundo corte del disco es como si entrara en una especie de trance hasta que finaliza la pieza musical.

La introducción, concretamente, es llevada a cabo por Jon Lord, quien toca un solo con el órgano Hammond acompañado de la voz de Ian Gillan, de creciente fuerza. La canción, en general, tiene un ambiente dramático, tanto por la oscura letra como también por la instrumentación.

Haber escuchado «Child in time» aquella noche produjo una extraña excitación en mí y le pedí a Kevin que la pusiera de nuevo, Kevin lo hizo y entonces pude sentir como la libido subía por mi cuerpo.

Cuando Kevin se sentó junto a mí en la cama, me abalancé sobre él desnudándole y acariciándole su entrepierna pudiendo sentir su excitación bajo mi piel, después rápidamente me quité la blusa blanca y el short vaquero que llevaba puesto aquel viernes de finales de julio. A continuación, Kevin me desabrochó el sujetador color malva y me quitó las bragas del mismo color, mientras oía la voz de Gillan solo pensaba en que tenía poco más de diez minutos para llegar al clímax al hacer el amor con Kevin antes de que la canción finalizara.

Desde ese día, siempre me excito con esa canción, provocando en mí un efecto embriagador y me suelo masturbar mientras la escucho. En varias ocasiones he medido los tiempos para llegar al clímax a la vez que los desgarrados gritos de Gian van tomando intensidad e incluso para llegar a la vez que cuando se escucha el disparo de un japonés que, según la leyenda urbana, se suicida durante el concierto en el minuto nueve y cuarenta y seis segundos.

Hoy, Nora ya diecisiete años más tarde, casada e instalada en el apartamento de Markus en Munich, le ha apetecido hacerlo de nuevo.

Al llegar a casa a las cinco de la tarde, Nora ha entrado en la biblioteca del salón donde Markus guarda pulcramente todos sus vinilos en la estantería, ha cogido el vinilo «Made in Japan» de la estantería y lo ha introducido en el tocadiscos de diseño antiguo que Markus había adquirido en un famoso mercado de antigüedades para sibaritas expertos.

A continuación, Nora puso la aguja del vinilo sobre la segunda canción. Nada más escuchar los acordes en el Hammond interpretados por Jon Lord, Nora notó como la ropa le sobraba. Así que comenzó por quitarse los zapatos de tacón, primero el izquierdo y a continuación el derecho, después se desabrochó la falda de tubo negra que se ajustaba a su cintura y cadera y sintió alivio. A continuación, se desabrochó uno a uno los botones de la blusa blanca que llevaba puesta y cuando terminó se tumbó sobre el suelo del salón solo con la ropa interior.

Cuando los desgarrados gritos de Ian Gillan comenzaron a sonar a través de los potentes altavoces de sonido envolvente que Markus había instalado en las cuatro esquinas del salón, Nora comenzó a sentir el calor subir por su entrepierna, se bajó las bragas blancas hasta la altura de sus rodillas y comenzó a introducir sus dedos índice y medio dentro de su sexo.

 A medida que la canción cobraba intensidad aumentando los agudos del solista de la banda británica de hard rock, Nora aumentaba la velocidad de sus movimientos a la vez que arqueaba su espalda elevándola unos centímetros por encima del suelo hasta que finalmente llegó al orgasmo unos segundos antes de poder oírse el disparo en la tercera parte de la pieza musical. «Debo ser más precisa la próxima vez» dijo para sí misma.

Nora permaneció unos minutos tumbada desnuda sobre el suelo del salón de aquel apartamento, después se incorporó durante unos segundos para coger el mando que estaba sobre el sofá y darle al botón repeat para que la canción sonara de nuevo.

Pocos minutos más tarde, Markus abría la puerta de casa. Como de costumbre se dirigió en primer lugar a su despacho a dejar el maletín marrón de cuero. Nora tenía la música a un volumen tan elevado que ni se percató de la llegada de su marido, hasta que repentinamente el vinilo dejó de sonar; un silencio absoluto se hizo en el salón hasta que Markus exclamó:

Scheisse! ¿Acaso te has vuelto loca? Se oye la música desde la calle, ¿Es que quieres que venga la policía?

Y ponte algo encima, ¡Joder! pareces una tarada ahí desnuda sobre el suelo.

© Make Ben                                                   Publicado el día 28 de setiembre de2024

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Categorías: RELATOS

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