Puedo prescindir de todo, menos de la soledad. Ella es el recuerdo amargo y cálido de mis momentos de papel. Ella recoge mis palabras a deshoras como inconvenientes reflejos pardos. Ella es el silencio perpetuo de manecillas balanceadas por estímulos externos. Ella empuja la mano del tiempo más rápido, aportando agonía a mi desesperanza.
Puedo prescindir de todo, menos de mi aislamiento, de ese ermitaño cuerpo flagelado por la belleza de las luces y los colores de la tarde; incluso sin nada que hacer aparece, como si a la tristeza le apeteciera prolongar el ocaso contemplando esa nada que nada más puede hacer para dañarme.
Y sin embargo, siento alivio por tu ignorancia, por ese olvido que me cuenta que no fui nada para tí, salvo un instante fugaz…, un placer pasajero que me procura otra muesca más de dolor que añadir a mi atormentada alma.
©Isabel Bravo Publicado el día 27 de agosto de 2024
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