Mientras rezan a los muertos
en panteones de arcilla,
sin flores, nombres, ni asertos,
y los ríos se lamentan
de la sangre en las orillas,
las calles son amasijos,
las casas fueron familias,
y en los montes van menguando
las vaguadas y las cimas.
Sus patrias, son menos patrias,
las fronteras, divisas,
y las banderas que ondeaban
en sus tierras con la brisa,
si acaso lucen postradas
entre el llanto y las povisas,
cuando llegó el opresor
ataviado de codicia.
Con el mando de un instante,
apuramos la noticia:
¡Qué pena toda esa gente…!
¿Por qué tanta malicia…?
¿Dónde está el Dios de los cielos
que permite esta impudicia…?
Y como aquel que ve llover…
en el dial del fariseo,
tenemos dudas de sí ver,
el programa de las cinco,
la novela de las seis,
o el partido que comienza
en el canal treinta y tres…
En apenas unas horas
las miradas volverán,
al paisaje de unas gentes
que sin vivir, morirán…
y quizás el celuloide,
nos vuelva a hacer, olvidar.
¿Recordáis aquella escena
de una estatua vejada
en el vientre de una playa,
y del hombre compungido
con el alma hecha jirones,
que agachado renegaba
de su suerte y sus errores?
Las balas suenan contiguas
y las bombas adyacentes.
Como nadie lo remedie,
no habrá greda suficiente
para inhumar tanto desdén,
ni Cristo justo e indulgente
que perdone en una cruz,
la inacción del indolente.
No hay pueblo que se resista,
ni frontera, ni tropel,
si el tirano da la orden
de desterrar el edén.
A las cinco, a las seis…
no dejad para mañana
lo que pueda suceder,
por ver de nuevo el partido
en el canal treinta y tres.
¡Si alguien toca otro botón….
no habrá ni antes, ni después!
© Joseba Sasía Publicado el día 19 de octubre del año 2024
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