Un producto de la guerra,
negociación de los vivos
para vivir de los muertos,
un almacén de cañones
para imponer los silencios,
para seguir las batallas
llamándolas guerras frías.
Se convirtió el malo en bueno,
construyeron mil kibutz
en terreno palestino,
recurren a la utopía
para disfrazar el odio,
entre reyes y levitas
recogen, en paños finos,
el soñado pentateuco,
vida y memoria de Noé.
La sangre sigue corriendo
junto al comercio de armas,
como fruto de un programa
de carteras y ambiciones,
con desprecio de la vida,
con corazones sin alma,
con mentes de pedernal.
Los pueblos gritan al viento,
levantan sus corazones
exigiendo dignidad,
les responden los cañones
con las casas derruidas,
con pueblos sin hospitales,
con las fontanas sin agua,
con metrallas por las calles,
con sed, con hambre, con hambre.
Aún nos queda la esperanza
de que triunfen las razones,
de otro mundo sin fronteras,
de Palestina sin guerras,
de una Gaza liberada,
de un nuevo mundo sin armas,
donde se imponga la paz.
© Rufino Hernández Publicado el día 19 de noviembre de 2024
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