En la biblioteca aledaña.
Mil libros siempre prestos.
Que hablan sobre las almas
Que hablan sobre amuletos.
Buscadores de verdades
O de triunfales cuentos,
De complicados tutoriales
O de princesas y caballeros.
Hechizos, conjuros y versos
Solo para aprendices dispuestos.
Y si acaso no ves nada
Eso alguna vez, también pasa
Le preguntas a su guarda
Vigilante de palabras
Que las conoce y las ama
Las tiene todas bien colocadas
Perdiéndote en la maraña
De ciertos títulos complejos
Autores gigantes y errantes
En adormecidos estantes
Te hacen señas desde lejos
Te gritan, te obligan, te paran
Para que te gires ante ellos
Y les coges no sabiendo
Si acertarán en sus méritos
Pero después de leerlos
No te queda más remedio
Que doblegarte ante ellos
Tú les haces reverencias
Y ellos se quedan muy serios
Infelices iletrados
Que nunca habéis llorado
Que nunca habéis reído
Con un texto figurado
Con alegoría o simbolismo.
Seguir con vuestro camino llano
No molestéis a un escrito.
Porque leer no es de sabios
No es de filósofos o metafísicos
Es de gente que cabalga
A lomos del transformismo
Agregándose a la letra
Convirtiéndose en un signo
Que invoca letanías
Extendiéndose en sus dominios.
Guarida de palabras viejas
Que derrochan incidencias
Argumentos y ocurrencias.
Nunca morirán las bibliotecas
Mientras exista una mente abierta.
© Maite Cuervo                 Publicado el día 6 de agosto de 2024
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Categorías: POESÍA

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