Al poeta Miguel Hernández

¡Orihuela…!

Con tus versos Miguel,

en las paredes del tiempo

amaneces en mi escuela.

¿No los ves cuando pasas,

con la mochila en el hombro

y la aurora que se cuela…?

¡Fíjate bien compañero,

que, en el fondo del pasillo,

“el sol, la rosa y el niño”,

flores de un día nacieron

y aún siguen siendo flores

en el jardín del cemento!

Entre las flores te fuiste,

entre las flores me quedo.

Se hace la luz, en mi clase

y hasta en los libros los veo;

rezuman, por los pupitres,

en la pizarra, los leo,

escritos con tiza incolora,

que es el color, del recuerdo.

“Cancioncilla”, le pregunto:

¿Tienes rimas…?

Y me dice:

¡Por supuesto…!

Pero el maestro me riñe,

y cierro la voz de tus plectros.

¡Hasta luego Miguel…!

Con los ecos del recreo

mientras juegan al balón,

volveré yo,

por tus fueros.

¡Rueda que irás muy lejos…

rueda, vuela, galopa, ven…

y colma el fondo de mis brazos.

Ser como tú, Miguel…

“yo quisiera, quisiera…”,

pero soy sólo un niño,

que jugaba, a ser poeta. 

© Joseba Sasía  Publicado el día 13 de setiembre de 2024

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