Escucha aquí «Arañando tu mirada»
Te saludo, amado… en cuclillas,
desciendo por las escaleras,
vacilante, ruedo, me arrastro,
con mi orgullo pobre y empecinado,
elevando el pie que cojea con resentido dolor,
el sudor corre por la parte posterior de mi cuello,
de mi nuca cuelga un collar de besos arco iris y pastel,
aguaceros que contraen mis labios carnosos móviles,
mi cuerpo calloso y del delito remendado
por una tela de roces.
Espero que sean las dos horas y cuatro minutos de la mañana
para verte de nuevo,
a mi lado, lamentando,
la misma taberna,
el mismo trago de muletas de pobre y rico,
escanciando ideas de locos y cuerdos,
entre sillas de ruedas de oro y barro,
anteojos de proscenio, gafas de segunda mano
tú entero y yo, de medio lado.
Solo la lluvia y el viento…
no existen tejados, ni sombrillas,
ni paraguas ni…nada.
Escondida para que no me veas,
me he puesto un vestido de seda azul y roja,
la jugosa comisura de mis labios y párpados,
besos mordiendo la vida y las uñas
de una tarde de invierno,
el mismo barniz oscuro,
sin contraseñas ni ruegos.
Te amo por novena vez desde tu vena yugular
a mi cuerpo presente privado y público;
susurros en mis ojeras
piden que el ánimo no tenga amigos y el abandono nos corteje,
con las luces y sombras de las velas
iluminando el cuarto y el caos,
la suciedad y la falta de aseo.
Por mi elección disonante,
mi molesta discapacidad,
fui excluida de las quedadas
porque no podía bailar rock&roll.
Yo tenía entonces diez y siete años, once meses y trece días.
Parece que fue antes de ayer…
o ninguna cosa.
Como tardó el silencio en atenderse
perdí la voz quizá en la calzada.
Te pregunté si te habían gustado mis palabras
y de esto…o si o no, con un abrazo de ordenador
me contestaste, tocando mis labios
para sentir el rumor de la melodía on-line,
de ese tango que yo ya tenía olvidado.
Hoy, ni un café solo me recuerda tu mirada,
con tu cruel silencio, a sabiendas,
incluidos mis miserables triunfos,
esos… que jamás comprenderás.
© Isabel Bravo Publicado el día 23 de abril de 2024
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