La cita era en el Old Wind, el único alojamiento en la ciudad que no tenía nombre de cadena hotelera. El día, diáfano y tórrido no animaba al paseo. Preferí acudir a la entrevista en taxi. Quería comenzar por todo lo alto, tal y como el personaje merecía.

Al coger el móvil –advertí- varios mensajes parpadeaban con urgencia. Todos de Juan.

-Lucía, pasaré a recoger mis cosas esta tarde-

-Desearía no coincidir contigo, espero que no te moleste.

-Envíame un mensaje con la hora que mejor te convenga-

No cabían más lágrimas en la mochila en la que iba introduciendo todos los artilugios necesarios para el desempeño de mi trabajo, que incluía atravesar la ciudad con el presagio añadido de un  incipiente temporal y la promesa de un airado viento. Recogí temblando de ira mis apuntes con las preguntas preparadas. Hoy tendría que hacer más especial aún la jornada, solamente eso me salvaría del torbellino que empezaba a formarse en mi cabeza.

El lugar elegido para el encuentro, impregnado de historia, era coqueto. Su estructura colonial creaba una nota discordante entre los grandes edificios que se alzaban a su alrededor. A simple vista parecía etéreo en su blancura, pero los altos ventanales y el pórtico con las grandes columnas imponían soberbiamente su sello, antiguo y poderoso, al igual que mi entrevistada. Hoy tenía la ocasión de conocer un personaje complejo, quizás una única oportunidad en mi carrera para demostrar mis dotes de periodista, y no estaba dispuesta a perderla. Respiré hondo subiendo despacio los peldaños que conducían a la entrada. La sensación de ser yo también un personaje de película pasó por mi cabeza un breve instante; lo que dura la fría realidad al ser consciente de mis debilidades frente a la figura que esperaba dentro para responder a mis preguntas. Me coloqué el cabello con un gesto inconsciente. El viento empezaba a soplar refrescando la mañana llena de promesas profesionales. Es tu oportunidad Lucía, esta vez no lo estropees- me dije-

En la entrada esperaba el equipo técnico, introduciendo en la escena de tintes virreinales un contraste imprevisto. Esperaba que tanto cúmulo de trastos no interfirieran en el ánimo de mi entrevistada, mujer que yo imaginaba de mundo, gracias a las referencias que me habían llegado a través de un amplio dossier.

Me adentré por el pasillo hasta el salón corrido de gigantescos ventanales que retrataban un idílico paisaje. Aspirando el perfume del magnífico jardín de magnolias mientras avanzaba al encuentro.

Ella estaba sentada en el único diván orientado al sur, poniendo una fuerte nota de color sobre la blanca y acristalada galería. Hojeaba lánguidamente lo que me pareció el último ejemplar del Vanity Fair, con cierto mohín de desdén dibujado en la boca. Las largas pestañas, en forma de espeso abanico, sombreaban su rostro. Estaba advertida del efecto que su mirada provocaba, pero aun así el impacto fue brutal cuando levantó la vista.

– ¿Scarlett O’Hara? -La pregunta flotó en el aire, cargándolo de sin sentidos-

-contestó con aterciopelada voz-.

Una burlona sonrisa acompañó el gesto de la cabeza girándo en ambas direcciones, buscando con cierta irónica intriga otra imaginaria Scarlett en la desierta sala.

-Empezamos mal -pensé-

-Soy Lucía Puntadora, del Magazine El Eco Rumoroso. Siento el retaso.

-Encantada ¡Pero no se disculpe querida! –dijo con marcado acento sureño– Nunca se disculpe. Me he permitido mientras la esperaba pedir unas bebidas- continuó– Hoy el día parece un poco asfixiante

Estupendo -acerté a decir mientras colocaba en el filo de mesa mis enseres de escritura-.

El camarero llegó depositando en la mesa una jarra blanca, inmaculada en su estructura; excepto por el pequeño desconchado que mostraba en el asa. Scarlett tocó la mácula con sus pequeños dedos y en su mirada creí intuir algo de nostalgia. La helada limonada sobre los nacarados vasos empañó un momento el vidrio, para un segundo después convertirlo en frágiles lágrimas. Estaba cada vez más convencida que todo estaba alcanzando en mi cabeza proporciones épicas. Suspiré profundamente y ella me miró. La sonrisa irónica volvió a asomar, esta vez quizás cargada de cierta ternura condescendiente.

Scarlett

-Ya estamos listas querida- dijo– Podemos comenzar cuando desee.

Lucía

¿Qué le parece si comenzamos por presentarla? Aunque creo que muchas lectoras de nuestra revista  la reconocerán fácilmente por el cine. La  película de su vida sigue aún vigente. Raro es el año que no la repongan en alguna plataforma televisiva.

Recibió el halago con un mohín delicioso, mientras continuaba mirándome, escrutándome como un escáner de tambor.

Scarlett

No olvide que soy un personaje literario antes que cinematográfico. Todo un premio Pulitzer, nada menos. Mi éxito fue instantáneo, la película llegó después. Es importante que sus lectoras tengan claro ese punto. ¿Cómo dijo que se llamaba la revista en la que trabaja?

Lucía

El Eco rumoroso.

Sonaba ridículo. Siempre sonaba ridículo.

Scarlett

Esto va a ser divertido- dijo con un gesto que desmentía cualquier diversión – rumor es un concepto que me ha acompañado toda la vida. Centrémonos más en el eco, querida. Ser un mito literario rescatado del pasado una y otra vez es lo que me mantiene viva.

Lucía

Sin duda, y por eso quisiera comenzar por la pregunta más sencilla, aunque no menos importante ¿Qué cree que aporta el retrato de una mujer como usted a la literatura?

 Scarlett

No quisiera ser desconsiderada, querida, pero creo haber dejado claro a lo largo de la novela, por cierto suficientemente extensa, todos los avatares de mi vida. Me resulta muy pesado volver una y otra vez sobre lo obvio. Es agotador.

Cuarenta folios de preguntas se desprendieron de sus alfileres, dejándome totalmente fuera de juego.

Lucía

Entiendo que este harta- medié- pero nuestras lectoras están deseosas de conocer como su personaje ha conseguido sobrevivir a tantos cambios desde que fue creado.

Scarlett

Le propongo entonces comenzar de nuevo, querida Tejedora…

Lucía

Puntadora –acoté

Scarlett

Si, apunte….apunte. 

¡Vamos allá!- pensé resignada- comenzaremos de nuevo.

Lucía 

Diré como introducción que es usted uno de los referentes literarios más famosos de la literatura del siglo pasado. Si lo desea puede explicar más detenidamente a nuestras lectoras como la historia recorre, a través de su personaje, toda una época. Después podríamos entrar en cuanto ha variado su estereotipo en el transcurrir del tiempo.

 Scarlett

Los personajes fuertes, como lo es el mío, apenas suelen variar. Varían las circunstancias, qué duda cabe, los escenarios, los usos, modos y costumbres; pero mantienen siempre el mismo “tempo”, el mismo pulso vital y eterno. Mucho más, me atrevo a añadir, si el personaje es femenino y está perfilado con un carácter tan definido como el mío.

 Lucía

¿Se atribuye usted entonces cierta fama de mito?

 Scarlett

Como no, querida Contadora

 Lucía 

 Puntadora … Aunque puede usted llamarme Lucía de ahora en adelante. Será más fácil.

Suena a ruego -pensé- ¡Siempre suena a ruego!

Scarlett

Discúlpame Lucía. También tú puedes tutearme. Si lo prefieres continuaré -prosiguió ajena a mis cuitas-. Dibujaré algunos pequeños retazos de mi historia, con idea de poner en contexto a quien no la haya leído como fue mi vida durante esa etapa.

Lucía

Me parece un buen inicio. Será muy interesante para mis lectoras. Para comenzar no me negarás que en las primeras hojas de la historia se te coloca en un mundo de privilegios a las que pocas mujeres podían acceder.

Scarlett

Fui escrita para retratar una época, como bien has dicho. Un mundo de riqueza y privilegios que probablemente no vuelva a repetirse, y a pesar de eso, con todos los estereotipos girando a mí alrededor, supe esquivar con esas mismas armas mi destino. Pero mi creadora esperaba más de mí y me impuso duras cargas.

Lucía

¿Crees entonces que tu creadora  intentó describirte como un personaje complejo?

Scarlett

Sin duda. Me hizo soberbia y desobediente ante el futuro que me esperaba, que no era otro que el mostrarnos a todas las mujeres en un escaparate, no dudes hermoso en su trampa, pero también repugnante. Te recordaré que se nos presentaba en sociedad como ganado de buena estirpe, lustrado y cebado para casarnos y así perpetuar una clase social que ya apuntaba al declive.

Lucia

Un declive que todas sabemos vino de la mano de una guerra civil. ¿Qué significó esa época para usted?

Una lección de vida. Conocí los celos, el desamor, la viudedad temprana que aísla a la mujer y la relega al olvido. Conocí también el afecto y la fidelidad de aquellos a los que me enseñaron a despreciar por el color de la piel.

Lucía

¿Qué dolor guarda más escondido de aquella época?

La piedad y amistad desinteresada de mi rival, por la que aún lloro la pérdida. Ver arder la ciudad que amaba, mientras huía de la cólera y el odio entre hermanos. No olvides que sufrí el hambre, que me arrancó una promesa eterna, de sobra conocida.

Lucía

¿Siente también culpa por lo ocurrido, por las decisiones que tomó en aquellos momentos?

 Siento, querida Lucía, una mezcla de culpa y alivio por cada una de mis decisiones. No olvides que maté a un hombre despreciable, enterrándolo para salvar a los míos de la destrucción. Sin olvidar que traicioné a mi hermana casándome con su prometido para seguir avanzando en la supervivencia, en ese punto ya tan egoísta, que aún hoy me pregunto si era yo misma o si solo un sordo terror, ante la pobreza y la de mi estirpe, fue lo que  me llevo a cometer tamaña injusticia.

La sinceridad  del discurso me golpeó en la cara, por imprevista. No cabía duda de la altura moral de la dama, y  que apenas parecía que empezaba a despuntar- me temía-  a través de mis preguntas.

Lucía

 ¿Cómo consiguió salir de todo ese marasmo de desgracias?

Uniéndome a  un hombre miserable y cínico. Aun sabiendo que traicionaba a los suyos solo por enriquecerse dejé atrás los únicos valores que me habían trasmitido, que no eran otros más que el honor y la valentía. Sufrí de su mano la violación en el lecho conyugal, que tuve que aceptar porque ninguna ley lo condenaba  y concebí una hija, que también me arrebató el destino con la ayuda del capricho de mi esposo.

Lucía

¿Entonces cree que no hay redención posible para su personaje?

Mi creadora quizás lo intentó en un último rasgo de piedad, endulzando de manera romántica lo que tal vez sólo era una huida hacia adelante. Pero en las páginas de mi vida cualquier decisión incluía inevitablemente un pago doloroso, sumando más afrentas y renuncias

Lucía

¿A qué pago se refiere?

 Esa es la parte más inquietante de la historia. En un giro maquiavélico la escritora hizo uso de mi carácter calculador, jugándome otra mala partida en forma de Síndrome de Estocolmo, Es la parte más amarga de toda la historia, la que relata un tiempo en que una mujer sólo podía buscar la supervivencia cerrando los ojos ante el horror en un último acto de sumisión

Lucía

¿Puedes ser más concreta?

Me enamoré de mi propio verdugo. No me mires así Lucía, es más habitual de lo que parece.

Aquí las dos hicimos un silencio cómplice, cada una valorando nuestras renuncias más profundas, las que ocultamos bajo la apariencia de normalidad

Lucía 

¿Y hay final feliz? ¿Por qué hay un final? ¿No?

Aquí la duda tembló en mi voz, ansiosa como soy siempre de finales felices. Pero en la voz de Scarlett ya no había soberbia, ni ironía. Solo lo que interpreté como un leve anhelo por volver una y otra vez al lugar donde un día fue feliz. No me equivocaba.

Scarlett

La huida a mis orígenes me devolvió la paz durante un tiempo. El ser femenino tiende a la tierra, a la raíz, principio y fin de su esencia. Y yo no iba a ser menos en mi eterno regreso a casa. A Tara.

A esas alturas, los ojos de Scarlett habían alcanzado dos grados más en un Pantone esmeralda imaginario. Poco quedaba por preguntar sobre el pasado.

Transcurrió la siguiente hora hablando de cosas triviales. Modas, corrientes culturales, políticas y sociales se pasearon por nuestra conversación. Descubrí una mujer valerosa, culta, preocupada por el devenir del tiempo.

La tarde se agotaba y nos despedimos. Yo con cierta tristeza. Ella con la nostalgia por volver a aquel lugar vedado para los intrusos, allí donde procura ocultar toda mujer sus heridas. Caí en la cuenta que yo no tenía un refugio. Sin duda – me prometí- buscarlo sería mi siguiente paso.

Al retroceder por la galería noté que el clima se había transformado durante ese tiempo de charla. Un sabor emboscado de polvo y hojas tardías se posaba en mi mente y en mi boca como un sortilegio mal consumado.

Ya en el exterior, al alcanzar la esquina del edificio, una violenta corriente de aire hizo volar mis folios, inundando el cielo de la ciudad quizás en un vano intento por difundir un mensaje de esperanza para todas las mujeres de este mundo.

Cuando cesé de reír ante la broma que la naturaleza, una vez más, gastaba a mi entrevistada, busqué mi móvil y envié a Juan mi respuesta 

“Sinceramente querido, me importa un bledo”  

                                                                                         © Purificación Minguez

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2 comentarios

Antonio · 06/09/2023 a las 10:03

Se acaba de construir una gran puerta abierta a la imaginación.
Gracias por ello y enhorabuena por tu trabajo.

Marse · 04/09/2023 a las 15:59

He quedado realmente encantada con la entrevista, genial, no sabría explicar cómo consigues siempre que la imaginación diga…que no pare.

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