Jean François Millet – (1814 – 1875)
Nardo es un hombre alto, estrecho, flaco, enjuto. Peinado hacia atrás. La cabeza pequeña. La calavera marcada. Los ojos pequeños, las cuencas hundidas, la nariz pequeña. Los pómulos marcados. La boca pequeña, los dientes partidos. Las orejas grandes, las cejas marcadas. Le cuelgan los brazos. Se le marcan los huesos, los nervios, las venas. Parece caído de hombros y poderoso de gestos. Sus manos son grandes, toscas y dolorosas. Trabajar y solo trabajar.
Nardo nunca habla ni sonríe. Trabajar. Y solo trabajar. Lo que ha de hacerse y como ha de hacerse. Siempre de faena. El sacho. El dallo. La bielda. El pañuelo y el botijo. El domingo pantalón y chaqueta. Su señora del brazo. Orgulloso y en tiempo a la misa. Su señora delante Y él al coro. En silencio. Al terminar, sin hablar. Su señora del brazo. Orgulloso y a casa. Ropa de faena y a empezar la semana. Trabajar. Y sólo trabajar.
Nardo tiene dos hijas. Que las dos estudien. Nardo se entrega. Para que se formen. Para que oigan. Para que vean. Para que piensen. Para que crezcan. Para que sean más. Para que trabajen menos. Para que lean. Para que piensen. Para que elijan. Para que vivan. Para que sean más. Para que trabajen menos. Para que tengan buen pasar. La espalda recta y las manos delgadas. Que no tengan que trabajar. Y solo trabajar.
©Oskar Rodriguez
2 comentarios
Esther · 26/07/2023 a las 18:55
Me recordó mucho a mi abuelo y a hombres de su generación en mi infancia castellana ¡ Muy evocadora y realista la descripción !
Gracias por tu opinión. Fueron hombres duros y coherentes · 05/08/2023 a las 18:26
Gracias