Es una nostalgia que pesa
sin hacerte ya llorar,
porque los años te demuestran
-a pesar de nuestros esfuerzos
por todo lo contrario-
que la vida cambia,
que las palabras y promesas
se quedaron en eso… en vanas palabras
y promesas,
que el amor se transforma,
la niñez se enlutece con el tiempo,
y la vejez da paso a nuevas savias.
Que la transparencia se convierte
en opacidad;
el pulso ya no es firme
y tiembla pesadamente
cuando estampamos nuestra rúbrica.
Que hemos desperdiciado tanto tiempo…
irrecuperable del todo,
no sé muy bien si por azar del destino
porque el ser humano
tiene una gran virtud:
complicarlo todo en exceso.
Y en la vida suenan acordes a contratiempo,
partituras que debemos
interpretar con dignidad
sin que nos hayan enseñado
cómo interpretarlas
ni la melodía adecuada a cada momento.
Y si salimos ilesos,
sin rasguños que nos devoren,
sin traumas que nos hagan devorar,
sin fisuras que nos maten
sin heridas que nos hagan matar,
la vida nos habrá demostrado
que somos unos
SUPERVIVIENTES
-esperemos que, también, con dignidad-.
© Mª José Mielgo Busturia Publicado el día 26 de marzo de 2024
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