Una tarde por Granada : Maria José Sobrino

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Paseando por una de las calles de Granada, te detuviste frente al escaparate de la vida en la tienda de la amistad. En un rincón, encontraste lo que buscabas. Revisaste en el bolsillo de tu imaginación, pero no llevabas las monedas de la hipocresía ni del cinismo.
Charlie, el hombre que te miraba fijamente desde el mostrador, te preguntó si llevabas la tarjeta de la empatía, la tarjeta de la comprensión o la tarjeta de los buenos y malos momentos. Respondiste afirmativamente. En ese momento, cogiste el regalo con los ojos de Mali y le dijiste a Charlie:
«No gracias, me lo llevo puesto».
Saliste a la calle de Granada y te cruzaste con Mikel, quien buscaba a Angie para compartir un trabajo. Tú, por tu parte, buscabas a Marse, una buena amiga tuya. Juntos recorristeis las calles y, en plena plaza de la Diputación, en el bar «El Chiquito», encontrasteis a Marse y Angie. Angie disfrutaba de una tapa de jamón y una cerveza, mientras que Marse estaba absorta en un libro llamado «La Burundanga», que leía en voz alta para compartirlo con Angie.
Cuando les diste el regalo a Marse, también quiso llevarlo puesto. Luego, os marchasteis porque tenías invitaciones para el teatro «Isabel la Católica», donde estrenaban la obra «Bajas Presiones» de la gran Irlanda Herrero. Antes de ir al teatro, Mikel propuso pasar por la feria del libro, que estaba llena de gente.
En ese momento, Mali cogió a Marse de la mano y se acercaron juntas a una caseta especial.
«Mira Marse, es mi gran amiga Irlanda Herrero», dijo Mali emocionada.»
¿Irlanda Herrero es tu amiga?», exclamó Marse sorprendida.
«Exacto. Coge uno de sus libros, iremos hacia ella para que te lo firme y entonces te la presento».
«¡Wow, no me lo puedo creer! ¿Qué libro cojo? ¡Aconséjame Mali!», dijo Marse emocionada.
«El cinco, no lo olvides», respondió Mali con una sonrisa.
Esta pequeña historia no tiene un final ni lo pretende. No hay final para algo que no se desea que termine, como es nuestra amistad.
Gracias, Mali, por aquel regalo que me diste aquel 15 de mayo y que siempre llevaré puesto.
© Mª José Sobrino 
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